Requiem


 Mary-Louise Parker - – ©

Mr. Hand: We're very lucky when you think about it.
Emma Murdoch: I'm sorry?
Mr. Hand: To be able to revisit those places… which have meant so very much to us.
Emma Murdoch: I thought it was more that we were haunted by them.
Mr. Hand: Perhaps…

(Alex Proyas, Dark City, 1998)

Experiencias anteriores me han indicado una y otra vez que el pasado no existe, que los recuerdos son sólo fluctuaciones de las neuronas, reflejos de percepciones extinguidas hace tiempo, fantasmagorías; y que por ello, intentar recoger algo de ese pasado es tarea inútil, el tiempo perdido lo está de veras.

Lo mejor que puede hacerse con los recuerdos desagradables es borrarlos de la memoria, si tal cosa es posible. Pero hay otra clase de recuerdos, esos hechos de nostalgia, de morriña, de saudade, «bem que se padeçe y mal de que se gosta», de dolor placentero. Y si aparecen en nuestra mente, a veces por una asociación casual, vemos con sorpresa cómo una fuerza irresistible nos atrae, difumina nuestra lógica e ignorando los consejos que nos repite el sentido común, decidimos que queremos volver.

La impresión de un lugar no visto hace mucho tiempo sorprende por su violencia. Se descubren detalles nuevos, ignorados. No es que estuvieran olvidados, sólo disueltos en recuerdos rotos. Avanzar por esas calles, cuyo mapa creo tener completo en mi cabeza, tropezando con paisajes perdidos; llegar a encrucijadas o subir escalinatas adivinando, apenas un segundo antes, qué hay al otro lado. El hallazgo sin nombre, la sensación que se asemeja a la música olvidada, cuyas notas vamos encontrando sobre la marcha, la melodía que siempre estuvo ahí, pero tan poco transitada que ahora la buscamos a tientas. y nos decimos, en un acto de esperanza, que esta vez no la perderemos.

Y hay aún una experiencia de evocación más diáfana: Cuando es lugar y música a la vez. Qué pocas veces he podido encontrarme con ese otro mundo, imprevisto, que me sale al encuentro, con esa ráfaga que me golpea como viento cálido.

Y ahora que me he sumergido en el reencuentro, en la ebriedad del sueño tan añorado, me detengo por un momento y medito. Sí, todo es muy claro, la expectación, el sentimiento y la reflexión algo inoportuna de que quizá no ha sido una buena idea, pero… ¿no hay algo más? La razón, la explicación, el motor, el impulso, todo lo que me ha hecho llegar hasta aquí… ¿Era sólo ese olor a musgo, esas hojas húmedas y ocres en el pavimento del paseo, ese cielo gris que nunca, nunca deja pasar el sol? Por supuesto que no.

Era ella.

Es por ella que estoy aquí. Y es absurdo y es paradójico porque precisamente ella ya no está aquí. Y yo sé, yo ya sabía que un paisaje al que se le quita una presencia se convierte en nada, que si este lugar fue algo alguna vez, era porque tu mirada mortal lo arrasaba todo, todo lo fundía, derribaba los alcázares pulverizando los bloques de granito, evaporaba las marismas y las convertía en fuego. Eran tus ojos serios y terribles los que insuflaban vida a los campos brillantes de lluvia; tus movimientos pausados los que movían los astros y hacían avanzar el tiempo; tu presencia serena, lejana, tu trance inalcanzable, los que obraban prodigios y daban forma al Cielo y a la Tierra.

Lo he perdido todo. Te fuiste. El tiempo pisoteó el pasado, sembró una realidad nueva, vacía, en la que sólo el eco de alguna melodía insiste en recordarme que no es imaginación, que sí hubo un tiempo en que cruzaste este espacio, pero que ahora todo se ha detenido, todo se ha perdido.

Vacío el ánimo, nada atrae mi mirada. La música aún resuena, como lo ha hecho tantas veces, convertida en una tonadilla pegadiza de la que tardaré en librarme. Finalizado el espectáculo, sólo queda regresar. «Ya lo has conseguido, estúpido» —me digo— «ya has vuelto a hacerlo otra vez».

Saw her face in the tear-drop black cab window.
Fading in the traffic; watched her go.
And taking in the morning, heard myself singing—
O Requiem.
Here I go again.
It's the same old story.


(Ian Anderson, Requiem, 1975)

1 comentario:

  1. With out words. Aún así, me remito a la posterior frase de mi último post. Nunca muere del todo lo que se recuerda. Por más arrasado que esté, en ese tiempo y en ese lugar aún sucede. Todo el tiempo.

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