Viejas iglesias




A veces, en mis viajes, a la búsqueda de edificios del pasado, tropiezo con viejas iglesias.

Iglesias decrépitas, arruinadas, polvorientas, restos de un ayer de poder y relumbre, pero ya preteridas y olvidadas.

La religión perdió su vigor hace tiempo: La ciencia, el positivismo, la relegaron a una superstición vana, a un refugio de ancianos aterrados por la proximidad de la muerte.

Veo los muros de arenisca erosionados por el viento; los púlpitos desvencijados, los altares caídos, las estatuas de piedra abatida, de madera carcomida; los viejos reclinatorios, los rincones llenos de telarañas, de artefactos de uso desconocido, estandartes, andas y pasos procesionales; los confesionarios vencidos por el desuso; las sencillas imágenes desgastadas; las pequeñas huchas para la limosna ocasional, conteniendo alguna moneda que ya nadie va a recoger; las aun brillantes vidrieras, de arte magnífico; las campanas silenciosas; los órganos, de los que cada vez menos gente sabe extraer el sonido que hace temblar los muros; las torres vacías ahora refugio de aves…

Y yo, ateo, escéptico, conociendo todas las cosas que se pueden criticar de la Iglesia, en su pasado y su presente; yo, el racionalista, el materialista descreído, veo esas viejas iglesias vacías, sin culto, sin feligreses; veo esos restos de lo que fue en otro tiempo el último refugio del conocimiento y el pensamiento. Y siento una inmensa tristeza a la vista de todo eso que fue, todo eso que se perdió, que se está perdiendo.

Olvido



Il m’écrivait: «J’aurai passé ma vie à m’interroger sur la fonction du souvenir, qui n’est pas le contraire de l’oubli, plutôt son envers. On ne se souvient pas, on récrit la mémoire comme on récrit l’histoire.»

(Chris Marker, Sans soleil, 1983)

To put it in an extreme way, if we are all rewriting our memories every time we recall an event, the memory exists not as a file in our brain but only as the most recent rewrite of a scenario… My conclusion is that memory is what you are now. Not in pictures, not in recordings. Your memory is who you are now.

(Daniela Schiller, NYU. Citada por Stephen S. Hall, MIT Technology Review, June 17, 2013)

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Somos lo que recordamos. Somos lo que los demás recuerdan de nosotros. Nuestra existencia no tiene sustancia real, es sólo el poso de nuestras singularidades, de nuestro discurrir por el mundo, de nuestras pequeñas anécdotas en la memoria de los demás o en la nuestra propia. Tan pronto como nuestros recuerdos (o los de los otros) se desvanecen, dejamos de existir. Tras unas pocas generaciones, si no hemos sido personajes de alguna notoriedad —que es lo más frecuente— pasamos al olvido, al universo de las palabras no dichas, de los seres no nacidos, de los caminos no recorridos. Y descubrir que nos han olvidado nos hiere, porque significa que hemos perdido una parte de nuestra realidad.

No me olvides. Recuérdame aunque sea sólo como anécdota; aunque sea sólo una vaga remembranza del pasado, sólo una imagen deforme y borrosa. No me olvides. Soy, dependo de tu recuerdo.

Yo sí te recuerdo.